ATENCIÓN: Todo lo que aquí se relata es verídico y totalmente subjetivo. Aunque no se retrata nada relacionado con hamburguesas, desde el equipo de Hamburguesas por Madrid consideramos que tenemos una buena excusa para realizar este relato. Gracias por tu comprensión, amigo lector.
Era un día de perros del mes de noviembre. Para salir de la rutina y guiados por las recomendaciones de unos amigos cercanos, nos encaminamos, con todo el valor del mundo, hacia un pueblecito situado en Guadalajara, llamado Alcocer. El trayecto se nos hizo largo debido a la lluvia y a las carreteras comarcales por las que hay que circular hasta llegar al destino, aunque compensado gratamente por el paisaje que nos rodeaba, coronado por los colores propios de sta época del año en que nos encontramos.
No sin varios despropósitos típicos de un viaje de aventura, conseguimos llegar al pueblo en cuestión. Como en las mejores películas provenientes de Hollywood, la entrada en la localización contrasta por lo pequeño del lugar con la cantidad de coches apostados por todas las calles, lo cual puede levantar las sospechas del más pintado.
La entrada al local se realiza por el bar, lo cual no es nada espectacular. Tras confirmar que no teníamos reserva, nos brindaron una mesa igualmente rápido (vamos, que no sé para qué hace falta reservar, me imagino que es para ir más tranquilo). Al echar un primer vistazo a la carta, nos sorprenden los precios tan elevados, pero después de haber realizado un proceso de investigación previo, dedujimos que se trataba de raciones gigantes y que lo más sensato (tanto por precio, como por tamaños) era compartir.
Y así lo hicimos, a pesar de la fama del san jacobo, nos decantamos por el churrasco, ya que no podía ser una barbaridad y la carne a la brasa siempre se digiere mejor. Pues aquí ya ocurrió el primer error: un churrasco para dos se traduce en esto:
Ni os podéis imaginar la cara de asombro que se nos pudo poner, más que nada porque no sabíamos ni como acabar con el plato, ya que, previamente, había caído un plato de revuelto de setas con gambas y almejas, así, para calentar. Bueno, nos armamos de valor y comenzamos a saborear una carne perfectamente churruscada por fuera y cruda por dentro (como debe ser). Pero cuando llevábamos un rato dando buena cuenta del trozo de carne que nos acompañaba, el frío otoñal empezó a hacer que la carne quedase poco gustosa, por lo que pedimos a una camarera (muy amable y simpática, como todo el equipo que trabaja allí), que no los calentase, a lo que se ofreció muy amablemente, además de ofrecernos un fileteado de la pieza para que estuviese más caliente. El resultado es éste:
Sí, seguimos escandalizados, hicimos lo que pudimos, pero como en "Crónicas Carnívoras" (que ya comentamos aquí), la comida venció esta vez. Afortunadamente, no éramos los primeros que caíamos en los estragos de la carne y están acostumbrado a poner las cosas para llevar, así que así lo pedimos.
Obviamente, no pudimos ni pensar en los postres, aunque sí que vimos circular algunas monstruosidades que hicieron que nos ratificáramos en nuestra decisión. De todas formas, aquí os ponemos algunas capturas realizadas por otros osados.
Tras la invitación por parte d ela casa a los chupitos de rigor, llegó la hora de pagar, hecho que realizamos con gusto, ya que, a pesar de lo elevado de la cuenta, sales más que satisfecho con la experiencia.
Para concluir este relato carnívoro, comentar que Casa Goyo es un lugar al que ir en grupo (o más de dos), ya que la la cantidad de comida y los precios que cobran hacen que el dicho reza: "compartir es vivir", en Alcocer adquiera una nueva dimensión.
¿Qué os ha parecido el relato?. ¿Os gusta que, de vez en cuando, hablemos de algo más que de hamburguesas?. ¿Conoces algún sitio digno de mención por sus extraordinarias raciones?. Cuéntanos en los comentarios, lo estamos deseando.
Soy yo la que puse la cara de "todo esto nos lo tenemos que comer?". Efectivamente hay que ir unos cuantos para no tirar de tupper (o si...). Decir también que pedacito de carne pesaba 2,700grs, más que yo al nacer. Obviamente disfrutamos de la carne y de la pasíón de comer. Salimos sin poder movernos, con ganas de caminar para bajar tremendo trozo de carne. Y como es obvio, con ganas de volver con más gente para se queden alucinados tanto o más que nosotros.
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